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Perfecta. Es la única palabra que se me ocurre cuando veo a Magdalena el día de su boda. Muchos nos pusimos de su lado cuando se conoció la noticia de que su anterior novio la había engañado, y ahora, viéndola del brazo del estadounidense Chris O'neill, sonriente e ilusionada, me alegro un montón.
La princesa sueca eligió para el
día más importante de su vida al diseñador italiano, Valentino para que diseñara el vestido de su
boda. Y sinceramente me ha encantado: hecho de organza en seda plisada con
encaje de Chantilly en la zona del escote y la espalda. La cola del vestido
medía cuatro metros, que junto al velo, daba una gran belleza al conjunto.
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La princesa llevaba además una
tiara de su madre que sujetaba el velo y que estaba coronada por flores de mirto
blanco. En cuanto al resto de complementos, la princesa llevó pendientes de diamantes en forma de lágrima que le
sentaban de fábula (todo hay que decirlo, sé que la estoy echando muchas
flores, pero me cae bien esta chica) y un brazalete de brillantes.
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